Ficción hereje para lectores castos

GIOVANNI RODRÍGUEZ.

(San Luis, Santa Bárbara, Honduras, 1980)
Estudió Letras en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula. Es miembro fundador de mimalapalabra y editor del blog www.mimalapalabra.com.
Durante 2007 y 2008 coeditó la sección literaria del mismo nombre en Diario La Prensa de Honduras. Leer más

miércoles, 20 de mayo de 2009

Alfredo José Gamero López

Imagen del supuesto personaje aludido.

Alfredo José Gamero López, el cuarto y último de los personajes principales de esta historia, nos es presentado en este capítulo a su llegada a Tegucigalpa:
Alfredo nació en una casa pobre allá en el oriente del país, en un pueblo escondido entre montañas de espesa vegetación y riachuelos de aguas cristalinas. Su casa era sencilla, ya lo hemos dicho, de paredes de adobe revocadas con cal, techo de teja, suelo de tierra apisonada y letrina en lugar del tradicional retrete. Quizá a estas dos últimas características de su modesta casa se debían las detestables costumbres de escupir en el piso y de orinar en el retrete sin levantar la tapa que sus amigos le reprochaban constantemente. Pero no es esto el análisis de las costumbres de un individuo llamado Alfredo, sino más bien la historia de cómo llegó a convertirse en aficionado y practicante de la herejía. Sigamos entonces.

A los diecisiete años salió de su pueblo con rumbo a la capital con la firme intención de cambiar el mundo. Ya no eran los tiempos aquellos en los que la juventud creía que había siempre solución para todos los desmadres de la sociedad, pero a Alfredo no se le podía exigir entonces que renunciara así como así a sus primeras manifestaciones de humanismo en la vida y por eso es que al nomás llegar a ese antiguo pueblo de mineros lo primero que hizo fue buscar afiliarse al cuerpo de socorristas voluntarios de la Cruz Roja.

Pero no se le hizo el sueño de ayudar a la gente a través de los primeros auxilios. Un negro corpulento que se presentó con el nombre de Jacinto Crisanto y con el cargo de jefe de personal de la base uno de la benemérita Cruz Roja Hondureña le dijo que no había aún fecha establecida para el próximo curso de primeros auxilios para jóvenes aspirantes a socorristas voluntarios y que además en ese momento había una “sobrepoblación de elementos”, lo cual eliminaba cualquier posibilidad de que pudieran aceptarlo por lo menos en los próximos seis meses.

Así que mientras llegaba el final del semestre que el imponente jefe de personal de la base uno de la benemérita le había impuesto como plazo de espera, se inscribió en la Universidad Nacional Autónoma en la carrera de lenguas extranjeras, la que, consideraba, le permitiría en el futuro tener un mayor y efectivo contacto con las distintas culturas del mundo.

Entonces se topó en una de las paredes del edificio en donde recibía las clases generales con un anuncio acerca de un grupo ecologista de nombre “Aire puro”, y de inmediato apuntó el número telefónico y la dirección de su sede...

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