Ficción hereje para lectores castos

GIOVANNI RODRÍGUEZ.

(San Luis, Santa Bárbara, Honduras, 1980)
Estudió Letras en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula. Es miembro fundador de mimalapalabra y editor del blog www.mimalapalabra.com.
Durante 2007 y 2008 coeditó la sección literaria del mismo nombre en Diario La Prensa de Honduras. Leer más

martes, 26 de mayo de 2009

Primeros pasos herejes

(Versión medio corregida y aumentada)

Finalmente, no creo que vayamos a preparar el vídeo hereje tal como lo pretendíamos. Problemas de logística, les llaman. Pero nada me ha impedido, con todas las limitaciones del inexperto que soy en estas vainas, jugar un rato en Picasa y juntar algunas escenas sampedranas con la música de Tom Waits.

Satanael Aguilar

"Se verán cosas". dice La Biblia.


Sigo con los bocaditos de la novela, para que vayan picando, y esta vez le toca al personaje que, según el verdadero autor de esta historia, colmó la paciencia de Los Herejes. En la novela se cuenta completita su vida, desde su nacimiento hasta convertirse en el líder religioso más importante de "este país en donde todo se hunde", pero aquí sólo les dejo las primeras líneas de presentación:

El oscuro personaje había surgido de las misteriosas entrañas de la idiotez popular. Su nombre: Satanael Aguilar. Ocupación: pastor de iglesia. Apelativo: El Apóstol.

Llegó a congregar a un promedio de diez mil personas cada domingo en un inmenso salón techado que parecía depósito de aviones. Ahí funcionaba su iglesia, a la que él llamaba “El Ministerio”.

Su popularidad fue en ascenso desde el día en que cumplía sus treinta y tres años y casi le arrebató el micrófono al pastor de turno de la modesta iglesia a la que entonces asistía para pronunciar un almibarado discurso en el que propuso –cual eclesiástico revolucionario- reformar las estructuras de la iglesia para ayudarla a incrementar su poder y así lograr una participación más directa y efectiva en los asuntos nacionales, no sólo espirituales sino también, por qué no, políticos.

Su discurso, para qué decirlo, resultó un tanto anacrónico, pues lo único que se pretendía en el momento en que el pastor le soltó el micrófono era decir una oración y después cantar unas dos alabanzas por motivo de la conmemoración de su natalicio. Sin embargo, supo surtir en los oyentes (unos trescientos fieles) el efecto que se proponía. En adelante el mismo pastor le cedía un espacio de su tiempo en el púlpito para que repitiera su arenga y pronto llegó a considerársele como el candidato idóneo para sucederlo en la jefatura eclesiástica. Y así, un veinticinco de diciembre, el concilio de ancianos de la iglesia lo nombró pastor de ese rebaño ávido de su voz.

viernes, 22 de mayo de 2009

Índice hereje

Había olvidado dejar aquí el ÍNDICE de mi Ficción hereje. Pero no es tarde. Los correspondientes números de página estarán disponibles, of course, en la edición impresa. Les va:

HEREJÍAS Y OTRAS HIERBAS. Hernán Antonio Bermúdez
PRÓLOGO
UNO. Donde el narrador habla de manera bastante general de los protagonistas de esta historia y sus proyectos herejes
DOS. Donde se da cuenta de la primera aparición de Los Herejes en el templo del Señor
TRES. Donde se narra la vida de Wilmerio Alberto Rivas Rivera, ingeniero de planta en una maquila, quien demostró desde joven sus inclinaciones por la práctica de la herejía
CUATRO. Donde se habla de la herejía de Ernesto y Alfredo en un autobús de la ruta urbana
CINCO. Donde se narra la infancia y juventud de Gustav Simón Detest, su especial amistad con Gladisita y los motivos que lo impulsaron a la herejía
SEIS. Donde el autor hace algunas reflexiones sobre su propia existencia y refiere la manera en que decidió embarcarse en la escritura de estas páginas
SIETE. Donde se narra una parte de la vida de Ricardo Ernesto Guevara, de cómo conoció a La Puta Devota y su posterior adhesión a las huestes herejes
OCHO. Donde se habla de la entrada de Los Herejes al Ministerio con la firme intención de aceptar a Cristo como su Salvador Personal
NUEVE. Donde se cuenta la historia de Alfredo José Gamero López, periodista, con su amiga la china-rusa, quien le enseñó con sutiles maneras que no hay que ser tan santo en la vida, y por último, sus experiencias eróticas con La Guernica
DIEZ. Donde se resume la manera en que cada uno de los protagonistas de esta historia se convirtió en hereje y de la ocasión en que se conocieron y se hicieron amigos
ONCE. Donde se refiere la aparición de Satanael Aguilar en el Ministerio y la manera en que se erigió como líder plenipotenciario
DOCE. Donde se hace un recuento de las lecturas de los cuatro muchachos herejes
TRECE. Donde se refiere todo lo relacionado a un plan de secuestro, a los mensajes que Los Herejes escribieron en el edificio del Ministerio, el revuelo que esto causó, y finalmente, a la razón del nombre Satanael
CATORCE. Donde el autor da fin a la curiosa historia de Los Herejes con un episodio desafortunado en una noche de lluvia
EPÍLOGO
FLASH BACK (Post scriptum)

miércoles, 20 de mayo de 2009

Alfredo José Gamero López

Imagen del supuesto personaje aludido.

Alfredo José Gamero López, el cuarto y último de los personajes principales de esta historia, nos es presentado en este capítulo a su llegada a Tegucigalpa:
Alfredo nació en una casa pobre allá en el oriente del país, en un pueblo escondido entre montañas de espesa vegetación y riachuelos de aguas cristalinas. Su casa era sencilla, ya lo hemos dicho, de paredes de adobe revocadas con cal, techo de teja, suelo de tierra apisonada y letrina en lugar del tradicional retrete. Quizá a estas dos últimas características de su modesta casa se debían las detestables costumbres de escupir en el piso y de orinar en el retrete sin levantar la tapa que sus amigos le reprochaban constantemente. Pero no es esto el análisis de las costumbres de un individuo llamado Alfredo, sino más bien la historia de cómo llegó a convertirse en aficionado y practicante de la herejía. Sigamos entonces.

A los diecisiete años salió de su pueblo con rumbo a la capital con la firme intención de cambiar el mundo. Ya no eran los tiempos aquellos en los que la juventud creía que había siempre solución para todos los desmadres de la sociedad, pero a Alfredo no se le podía exigir entonces que renunciara así como así a sus primeras manifestaciones de humanismo en la vida y por eso es que al nomás llegar a ese antiguo pueblo de mineros lo primero que hizo fue buscar afiliarse al cuerpo de socorristas voluntarios de la Cruz Roja.

Pero no se le hizo el sueño de ayudar a la gente a través de los primeros auxilios. Un negro corpulento que se presentó con el nombre de Jacinto Crisanto y con el cargo de jefe de personal de la base uno de la benemérita Cruz Roja Hondureña le dijo que no había aún fecha establecida para el próximo curso de primeros auxilios para jóvenes aspirantes a socorristas voluntarios y que además en ese momento había una “sobrepoblación de elementos”, lo cual eliminaba cualquier posibilidad de que pudieran aceptarlo por lo menos en los próximos seis meses.

Así que mientras llegaba el final del semestre que el imponente jefe de personal de la base uno de la benemérita le había impuesto como plazo de espera, se inscribió en la Universidad Nacional Autónoma en la carrera de lenguas extranjeras, la que, consideraba, le permitiría en el futuro tener un mayor y efectivo contacto con las distintas culturas del mundo.

Entonces se topó en una de las paredes del edificio en donde recibía las clases generales con un anuncio acerca de un grupo ecologista de nombre “Aire puro”, y de inmediato apuntó el número telefónico y la dirección de su sede...

lunes, 18 de mayo de 2009

Ricardo Ernesto Guevara

El personaje y su Port Royal.

Hoy le toca a Ricardo Ernesto Guevara y el inicio del cuento de su primer amor:

Ricardo, a pesar de llevar a cuestas además del nombre también el apellido Guevara del famoso guerrillero, renegaba de la doctrina marxista y decía odiar a todos aquellos que en estos tiempos todavía creían que la revolución era la solución a los problemas nacionales. Odiaba sobre todo a esos ilusos militantes de la idiota izquierda que se dejaban crecer la barba y se ponían camisetas con el argentinito ese sosteniendo fálicamente un habano en su boca.

Quizá por esta aversión que, no obstante su nombre, resultaba paradójica, Ricardo se había convertido en un asiduo cliente de los restaurantes gringos de comida rápida, en un comprador compulsivo de la ropa de marca americana y en un entusiasta bebedor de la única cerveza nacional con nombre en inglés: Port Royal.

A Ricardo le resultaba difícil aceptarlo pero quizá el hecho de que entonces viera en la herejía la vía ideal para canalizar su odio y su ira contra el mundo se debía a que un día hubo de conocer a una especial mujer. Pero no era sólo una mujer, era una prostituta, sí, una puta, una ramera, una meretriz, una golfa, una hetaira, una vagabunda, una callejera, una andadora, una aventurera, una auténtica mujer de la más baja calaña, de las que tienen como ars vitae el placer siempre a cambio del dinero, pero una puta hermosa al fin y al cabo, la mejor de las putas con las que Ricardo se había cruzado en toda su vida. Y además de eso, de ser puta, aunque parezca increíble, era también una evangélica devota. Y era esto lo que atraía al muchacho.

sábado, 16 de mayo de 2009

Gustav Simón Detest

Pintura de Egon Schiele.

A Simón, nos cuenta el verdadero autor de esta historia hereje, le ocurrió algo muy importante a sus ocho añitos: tuvo su primera experiencia erótica en la vida, y eso, al parecer, lo marcó para siempre. Leamos un fragmento en el que el anónimo narrador de sus aventuras nos lo presenta como un aplicado aprendiz de pornógrafo:
Pasarían los años y Simón seguiría creciendo, y con él aquella semillita de perversión sembrada prematuramente por Gladisita desde sus ocho añitos. Poco a poco se fue haciendo de diversos insumos de la pornografía que, lejos de satisfacer sus obsesiones las multiplicaban, al grado de acostumbrarse con la más absoluta calma a la diaria doble y hasta triple masturbación. Coleccionaba naipes, revistas, contraportadas de un periódico los domingos, en donde aparecían chicas con cuerpos esculturales en diminutas prendas bajo el título sugerente de “El bombón dominical”, y otras cosas igualmente ilustrativas para los fines del muchacho. Fue el tiempo en que le dio también por empezar a escribir poesía. Escribía largos poemas ambientados indistintamente en los tiempos de Sade o en los actuales, en los que describía, valiéndose generalmente de hipérboles, escenas con alto contenido sexual.

A la par de esta obsesión por la sexualidad que, hay que decirlo, nunca llegó a conocer a cabalidad (sus escarceos con Gladisita nunca llegaron a tanto), se dedicaba a leer cualquier tipo de información acerca del tema, lo que, lógicamente, supuso el inicio de la conciencia de lo irrelevante que resultaban los principios morales inculcados en la familia, a favor de la libertad absoluta de sus fantasías.

Llegaba Simón a imaginar incluso, durante sus ratos de privacidad, a su propia hermana mayor en posiciones nada decorosas sobre su cama, desnuda y sin esa manía irrefrenable de hablar impunemente en todo momento y lugar. La imaginaba silenciosa, sumisa, con sus grandes pechos balanceándose a cada sacudida que él pudiera provocarle, hasta que alguien, su madre, su hermanito, quizá su misma hermana, venía a tocarle la puerta del cuarto para pedirle algo o encargarle alguna detestable tarea doméstica.

jueves, 14 de mayo de 2009

Wilmerio Alberto Rivas Rivera

Para animar estos días previos a la aparición de mi Ficción hereje se me ha ocurrido ir presentando a algunos de los personajes principales. Empiezo hoy con un fragmento que permitirá conocer un poco a Wilmerio Alberto Rivas Rivera, estudiante primero de filosofía y más tarde de ingeniería industrial, carrera de la que se graduó y con la que consiguió un trabajo de inspector de planta en una maquiladora de ropa femenina, aunque finalmente optó por la enseñanza de las matemáticas en institutos de secundaria, según cuenta el verdadero autor de esta historia:
...A medida que el muchacho fue creciendo, la duda acerca de la existencia de Dios también crecería, y se mantendría vigente. Llegaría incluso, durante los años de su adolescencia, a fortalecerse, hasta desembocar en precoces conclusiones que ofrecían a todos aquellos que como él andaban por el mundo las respuestas exactas y definitivas acerca del mayor dilema en la historia de la humanidad.

Las persuasivas exposiciones orales que Wilmerio practicaba con sus compañeros de colegio no fueron, sin embargo, aceptadas por la mayoría de ellos, unos por el fuerte arraigo de sus principios cristianos inculcados en casa y llevados en el cerebro como un tatuaje indeleble y otros por un escepticismo paralelo al suyo, que si bien apuntaba a la no aceptación de los dogmas cristianos, tampoco reconvenía con sus teorías extremas, lo cual lo situaba, en medio de aquella cincuentena de adolescentes, como una figura que despertaba la desconfianza, la envidia e incluso la competencia intelectual en la mayoría, y como un héroe al alcance de la mano para una minoría deprimente.

Más tarde, cuando entrara a la universidad, su profesor de la clase de filosofía, ante sus frecuentes intervenciones para ponderar la inexistencia de Dios, le diría, ante el regocijo de todos sus compañeros de clase, la mayoría fervientes seguidores de las doctrinas cristianas, que el suyo no era más que un ateísmo de colegio, de ciclo común, para ser precisos, amparado solamente por algunas lecturas incipientes antes que en el profundo pensamiento adquirido por la humanidad a lo largo de toda la historia universal.

Toda la motivación acumulada durante los años previos conducentes a la concreción de su aspiración de convertirse en filósofo se vino abajo en los mortales cinco minutos que duró el regaño de su profesor, y decidió abandonar la clase y el período entero, sumido en una profunda depresión de la que por fortuna pudo recuperarse unas semanas después, reaccionando a tiempo para tramitar, antes que acabara el plazo, su carnet de lector en la biblioteca. Así que el tiempo disponible luego de la salida de su trabajo lo utilizaba para leer los viejos mohosos libros de filosofía disponibles en la biblioteca.

lunes, 11 de mayo de 2009

La prueba del delito

Estamos en la fase previa al tiraje de los ejemplares de mi Ficción hereje. Bayron, desde Austin, Texas; Gustavo, desde San Pedro Sula; la gente de Litografía Iberoamericana en Tegucigalpa y yo desde este pueblo dalineano. Cuesta un guevo esto de hacer libros, pero es divertido. Como el libro se está armando en Honduras y yo no puedo estar presente en todo el proceso, Gustavo me mantiene al tanto de todo lo que va surgiendo en el camino, como podrán ustedes comprobar en este video. Les presento entonces el ejemplar de prueba de mi novelita, algo así como la prueba de lo que muchos lectores considerarán un delito mío, con las observaciones de Gustavo (que se las comenta a Junnior) para las pequeñas modificaciones que habrá de sufrir en los próximos días.

sábado, 9 de mayo de 2009

Unción y "pare de sufrir"




Falta un par de semanas para que el cuarteto hereje formado por Wilmerio, Simón, Ricardo y Alfredo empiece a moverse por las calles sampedranas. En el capítulo segundo de la novelita (disponible ya en este blog; me refiero al capítulo, no a la novelita) se cuenta que Simón y Wilmerio se detuvieron una vez ante un centro religioso llamado, aparentemente, "Pare de sufrir" y se sorprendieron al leer el itinerario anunciado en una pared externa. Pues bien, lo que sigue es el hipotético diálogo entre el binomio Simón-Wilmerio y un posible trío de feligreses de esa iglesia. Digo "hipotético" porque el diálogo nunca se produjo, pero nada nos cuesta imaginarlo:

-La reunión de hoy es para la unción -dijo uno de los pálidos y pulcros muchachos.

-Unción de qué -preguntó Wilmerio.

-Unción del cuerpo con aceite para purificar el espíritu -dijo el segundo de los santos anfitriones.

-¿Qué tipo de aceite? -quiso saber Simón.

-Aceite de oliva -dijo el tercero.

-¿Del que se usa para las comidas? -siguió Simón.

-Sí -contestó el mismo.

-Ahhh -se oyó por parte de ambos.

-¿Hay que traer algún recipiente? -preguntó Wilmerio.

La Santísima Trinidad se vio sus tres caras interrogativas y al fin el segundo preguntó:

-¿Para qué?

-Para depositar el aceite, claro -contestó.

-No es necesario –volvió a decir el segundo-, la unción es solamente en la frente.

-¿Entonces la unción es con poquito aceite? –siempre Wilmerio.

-Sí –contestó la terna.

-Qué lástima –dijo Wilmerio, mientras Simón movía la cabeza, apesarado.

-¿Por qué? –preguntó la triple sacrosanta unidad.

-Hubiera sido bueno llevarse un poco para la cocina de la casa –contestó Simón.

-No, aquí sólo es la unción. A la casa nos llevamos el espíritu de Dios –aclaró el primero.

-¿Y Dios va a estar aquí esta noche? –preguntó Simón, ahora casi con un falsete que denotaba asombro e incredulidad.

-Dios siempre está con nosotros –respondió el tercero de los divinos siervos.

-¿Y con nosotros? –preguntó Wilmerio con preocupación evidente en la voz y en el rostro.

-También –contestó el trípode mental.

-Entonces nos vamos –dijo Simón -, ya que anda con nosotros.

-¿Van a venir por la noche? –se oyó de uno de los tres cristianos ilusos.

-Si Dios quiere –dijo Wilmerio, y Simón fue el primero en estallar en carcajadas ya en la calle, en donde los carros que pasaban no permitieron que su regocijo particular llegara a oídos del trío cuasi celestial.

lunes, 4 de mayo de 2009

El ateísmo manso

Manifestación de la Unión de Ateos y Libres Pensadores de Cataluña, el pasado 12 de enero en Barcelona. Fuente: EFE.


Se ha editado un libro en Colombia, con el título Manual de Ateología, que reúne el testimonio de 16 personajes colombianos que explican por qué no creen en Dios. Hernán, prologuista de mi Ficción hereje y gran lector de Héctor Abad Faciolince, me envía parte del texto de este último incluido en el libro. Entre otras cosas, el escritor colombiano nos recuerda que Borges "se murió recitando el Padre Nuestro en Anglosajón (en inglés antiguo), no porque creyera en los conjuros del rezo, sino por las virtudes de serenidad que tienen las palabras rítmicas cuando están bien escritas". Yo, les dejo aquí tan sólo el inicio, pero pueden leer el texto completo de HAF en este enlace.

Dice:
En la adolescencia, cuando leyendo a Russell, discutiendo con mis amigos y pensando solo resolví que ya no volvería a creer en Dios, tuve momentos de lucha interior, incluso de agonía. Dejar de creer en Papá Noel, en el Purgatorio o en la Virgen María no era muy difícil. Pero renunciar a creer en el ser más poderoso que se pudiera imaginar, en la idea más grande que me habían inculcado mi madre, mi abuela y mis maestros desde pequeño, no era tan sencillo, si bien mi padre, que era agnóstico, me hubiera dicho siempre que no sabía si Dios existía o no y que según la hora o el día se inclinaba por una cosa o por la otra.