Ficción hereje para lectores castos

GIOVANNI RODRÍGUEZ.

(San Luis, Santa Bárbara, Honduras, 1980)
Estudió Letras en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula. Es miembro fundador de mimalapalabra y editor del blog www.mimalapalabra.com.
Durante 2007 y 2008 coeditó la sección literaria del mismo nombre en Diario La Prensa de Honduras. Leer más

jueves, 18 de junio de 2009

La llamada de N


Carlos Rodríguez dejó hoy en mimalapalabra este "episodio telefónico" protagonizado el día anterior con "el poeta N", quien lo llamara para consultarle algo relacionado con la publicación de esta novelita hereje:

Almuerzo, si se le puede llamar así a tres piezas de Pizza Hut, a dos vasos de té y a un pan de ajo. Regreso a la chamba para cerrar las notas asignadas. Cerca de las tres de la tarde de este 17 de junio recibo una llamada del poeta N. Me pregunta si el autor de Ficción hereje para lectores castos está en la ciudad y si estará en el "antro" (se refiere a Klein Bohemia) donde se presentará el libro.
- No, N. El autor sigue en España pero, aunque usted no lo crea, estará presente a través de una conexión de internet.
- Entonces no voy...
- Pero estará Simón, Ricardito, Sarita, y le mencioné otros nombres sin saber si en realidad llegarán este 19 de junio a ese sitio...
- Los mismos de siempre -me interrumpió.
Me quedé callado.
- Mejor compro el libro. Hoy lo miré en librería Caminante. Además, esa zona de Klein es peligrosa y ese lugar ya no es como antes...
No dije nada.
- Mejor voy a esperar a ver qué dicen los que lean el libro y entonces lo compro.
- ¿Por qué esperar? -Le dije a N. Mejor cómprelo, lo lee y usted mismo decide si es "bueno" o "malo".
- Es que me gusta primero oír la opinión de otros para comprar un libro.
- Creo que lo mejor es leerlo uno mismo -insistí con mis buenos modales. Además, no creo que valga quinientos lempiras.
- No -dijo N. Me parece que lo tienen a 175 pesos y el título me gusta, dan ganas de comprarlo. También me dijeron que se trata de unos chavos que secuestran a Misael Argeñal. Pero no sé si será bueno.
Pensé en colgar pero, como era él quien había marcado mi número celular, decidí -para vengarme de este homo dundis hondurenis- darle largas a la conversación.
- Pero le aseguró que no es como los secuestros de los libros de M, le dije para picarlo.
- Y qué tiene que ver M en esto. Eso es lo que no me gusta de ustedes. Tal vez M no escribe bien todavía y le falta mucho para ser un gran escritor pero es uno de los más vendidos -respondió en tono fuerte.
- Pero más vendido no significa calidad, ¿cierto? Acuérdese de Coelho. Compre el libro de G, compa.
- No. Mejor voy a esperar a ver qué dicen quienes lo lean.
- Bueno, entonces vaya a la presentación que habrá en el museo de antropología el otro viernes. También Murvin va a presentar Corral de locos...
- ¿Para qué? Para ver a los mismos. Además, ya no asisto a ese tipo de eventos.
- ¿Ya se volvió Saraviano?
- No, es que mejor dedico ese tiempo a escribir. Además, ustedes sólo llegan para burlarse de los demás.
Me cansé de N. Aunque era él quien gastaba dinero en una plática sin sentido, yo me estaba convirtiendo en el estúpido. Me despedí de N. Cuando G vivía en San Pedro Sula le prestó a N algunos libros. N aún se cree poeta. El efecto N se propaga en la ciudad. Ficción hereje para lectores castos parece un título atractivo a los lectores N, pero no dan el paso -ni el pisto- porque esperan que otros opinen por ellos. En realidad, creo que N no asistirá a ninguna presentación de Ficción hereje... porque, ¿a quién le dirá que le regale el libro? N colecciona libros autografiados, pero si G estará conectado vía internet desde España, ¿cómo le pondrá la firma al libro que le regale a N?
De todos modos, creo que Ficción hereje para lectores castos no será una historia interesante para tipos como N. ¿Por qué? Porque dónde está la enseñanza, la fábula moral o esa lección positiva que debería dejar en la vida de un ser humano la lectura de un libro. Es imposible no sentir cólera al hablar con un lector N. El efecto N se ha convertido en pandemia.

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