No nos corresponde, amable lector, a vos y a mí juzgar por cierto lo que en las sucesivas páginas quedará referido acerca de la historia común de los cuatro personajes que en ella intervienen. Nos es lícito, sin embargo, con la libertad que nos ha sido heredada, observar, ya sea con discreción, con espanto o con algo de gozo, el curso de estos curiosos acontecimientos.
Se trata pues del recorrido por una parte de la vida (ficticia o real) de cuatro jóvenes: Wilmerio, Ricardo, Simón y Alfredo, primeramente observado y consignado por otro desocupado muchacho, cuya identidad aún desconozco, en las innumerables cuartillas que llegaron a mi nombre, dentro de un sobre sin remitente, a la oficina regional de la Secretaría de Cultura en la que por aquellos días de principios de 2006 yo trabajaba como promotor cultural.
Mi trabajo como editor, modestísimo comparado con el de nuestro escritor, apenas alcanzó para clasificar y pretender un orden en las páginas de las que hablo, puesto que en el sobre en que se encontraban no había estipulada ninguna disposición para este caso, salvo una breve nota en la que el autor me cedía la potestad de manejar a mi antojo los papeles y la información (o la ficción) contenida en ellos, así como los respectivos derechos para una eventual publicación en la editorial de la Secretaría.
Algunos episodios de la historia original fueron descartados para esta edición, ya que, o estaban incompletos en su redacción o no contribuían en absoluto al corpus de la novela (permítaseme llamar al texto de esta manera).
Cabe mencionar que luego de leer las cuartillas por primera vez y antes de emprender la labor de edición, me propuse investigar hasta qué punto los nombres y los acontecimientos podrían corresponder a la realidad, pero después de sondeos por aquí y por allá, los resultados, para bien o para mal, según se vea, fueron infructuosos. Nadie recuerda a cuatro muchachos que por esta periferia del mundo alguna vez hayan incurrido en actividades propias o al menos vinculadas al concepto de la herejía. Por esta razón he desestimado la posibilidad de que los textos refieran un conocimiento histórico y he decidido publicarlos como “obra de ficción”, que es lo que son al fin y al cabo. Por lo tanto, apelando a la confianza de que en estos tiempos modernos la Inquisición sólo sea un oscuro recuerdo en la memoria de la humanidad, dejo en tus manos, carísimo lector, este libro al que, a falta de título original, he decidido bautizar Ficción hereje para lectores castos.
De aquí en adelante esta historia es tuya. Y recordá: cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
El editor
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